La teoría del apego de la que su máximo exponente es John Bowlby habla de la importancia que tiene para los seres humanos desde el principio de su existencia, tener un vínculo seguro con la persona que se encarga de su cuidado, idealmente la madre.
Un vínculo seguro es necesario para que un niño se sienta protegido y querido y de esta manera poder afrontar los retos que le irán surgiendo en la vida.
Respetar esta necesidad solo puede fortalecer el conocimiento mutuo del niño y sus progenitores, facilitar las relaciones interparentales y ofrecer un inmejorable comienzo en esta vida al nuevo ser.
Esta forma de actuar a veces acarrea el soportar ciertas críticas de gente del entorno que no lo ve de la misma manera sino que piensan que a los bebés hay que ir haciéndoles entender cuanto antes que sus necesidades pueden y deben posponerse. Un bebé no puede comprender como nosotros las cosas y cuando reclama al adulto es porque realmente lo necesita.
Crear un vínculo seguro lleva dedicación, esfuerzo y sobretodo tiempo, algo que a veces escasea en la sociedad actual. Y los resultados no son inmediatos aunque sí terminan por llegar y se ve que ha merecido la pena recorrer todo ese camino.
Un niño que ha crecido con un apego seguro será un niño que ha aprendido a confiar, a respetar y ser respetado, que tiene su autoestima elevada, que tendrá mucho que ofrecer a los demás y mejor aún: será un niño feliz.
Construyendo el apego
Construir un vínculo que dé seguridad a nuestro hijo no es algo que se pueda improvisar, es una tarea que requiere de grandes dosis de paciencia, madurez y sobretodo tiempo. El apego tiene que ver con:
- respetar la necesidad que el bebé siente desde el principio de contacto físico, aquí entraríamos a hablar de tomar al bebé en brazos, acariciarlo, dormir cerquita de él para que no se sienta solo, arrullarlo, cantarle canciones y cómo no, amamantarlo.
- proporcionar a nuestro hijo la seguridad que reclama; es decir, no dejarlo con extraños si ello le hace sufrir, ayudarle a dormir si lo necesita con cariño y dedicación, sin que se sienta solo o desamparado.
- atender al bebé/niño cuando reclama nuestra atención, un bebé no sabe de esperas y se angustia aún más si sus necesidades no son atendidas en el momento; por supuesto que si no hay otro remedio y tiene que esperar lo hará pero es muy cruel no acudir a su llamada deliberadamente, creyendo que así lo vamos adiestrando para que aprenda a esperar.
- tener empatía, intentar comprender a nuestro hijo en cada situación, “ponerse en su piel” para indagar por qué se siente de tal o cual manera o actuó de tal modo…en lugar de dejarse llevar por la fácil idea de que los niños son unos caprichosos que solo buscan manipular a sus padres.
En general, decir apego es decir respeto, un respeto íntegro a ese ser humano que es nuestro hijo desde que nace hasta el fin de sus días, con sus necesidades, sus humores cambiantes, sus frustraciones y sus logros. Los niños necesitan que estemos ahí en todo el proceso de desarrollo emocional e intelectual, acompañando sin manipular, ayudando sin agobiar, respetando sus ritmos de aprendizaje en las distintas facetas de la vida.
Se necesitan grandes dosis de paciencia, ya que los niños llevan un ritmo que difiere totalmente del nuestro, de madurez, porque tendremos muchas veces que anteponer sus necesidades a las nuestras y ello no siempre es fácil y de mucho tiempo que es el que nos lleva a conocer a nuestros hijos, cuanto más tiempo pasemos con ellos más lograremos conocer sus necesidades, su carácter y el entendimiento llegará a establecerse así como una relación de confianza mutua.
Deja un comentario